Ayer saltó la noticia la publicación del citado libro de la autora italiana Constanza Miriano auspiciado y editado por el Arzobispado de Granada.
Todavía no puedo salir de mi asombro que una mujer del siglo XX! pueda albergar en su cabeza ideas tan retrógradas y reprimidas que nos retrotraen como mínimo a la Edad Media y que nos acercan demasiado a las ideas del fundamentalismo musulmán más radical.
Cásate, sé obediente, sumisa y callada, sométete a tu esposo que es el ser superior que te protege y te sustenta.
La verdad es que uno puede sentirse profundamente cristiano pero no estar de acuerdo para nada con estas afirmaciones. Solo faltaría añadir… No salgas nunca de casa sin ponerte el burka.
Para mi la relación matrimonial debe basarse en el amor, en la comprensión y el respeto entre iguales en derechos como seres individuales que somos, respetando las diferencias inherentes a cada persona.
No sé que pensáis al respecto.
Besos!!

Así es afortunadamente. Por eso me molesta cuando se generaliza hablando mal de la juventud. Hay jóvenes maravillosos, bien educados con valores humanos dignos de elogio y que lo demuestran con sus acciones día a día.

Estoy enamorado de tí, de tu mirar, de tu risa, de tu pelo, de tu beso, de tu encanto femenino con el que yo me embeleso. ¿Quién te hizo así mujer…? que, por ir tras de tí, pierdo la razón de mi ser. Loco amor el que yo siento, sea de día o de noche, a tí, me llevan los vientos. Quiero ser en tu caminar el rayo que te ilumine la senda, la lluvia que apague tu sed y el trueno ensordecedor que gritando fuertemente te diga siempre, siempre, tú eres mi gran amor.

Sí, totalmente de acuerdo.

Con pasos agigantados avanza el otoño y con lentitud agónica mueren día a día las hojas de las arboledas. Mas no sólo mueren ellas, también desaparece el trinar del pájaro cantor y ni tan siquiera se escucha el piar del pequeño gorrión. Mirando mi jardín, tampoco veo las flores que con tanto esmero cuidé. Todo se va, todo desaparece, todo cambia, todo se transforma. Ello me hace pensar que como ser humano no soy más que una hoja en el árbol de la vida y que como tal también mi otoño se cumplirá suavizándose lentamente el soplo de mi existir. Siempre he querido creer que después de caminar`por este escolloso mundo existe otra realidad, a la que se llega al cruzar la frontera particular de cada uno. Espero encontrar esta realidad no por méritos propios y sí por la benevolencia del Ser.

Nunca me he arrepentido de hacer cosas para los demás. Se siente una satisfacción interior que compensa plenamente.