Querida amiga: Es una alegría verte nuevamente después de tanto tiempo. Tienes razón, parece que todos los foros están aletargados y han desaparecido nuestras antiguas amistades. Esperemos que los tiempos cambien a mejor por supuesto. Un beso.

Ruego al Ser que, si renacer pudiese sea en la selva de “El Petén”, rodeado por la frondosidad de la Naturaleza cuya hermosura incomparable deja plena el alma de amor. Su lluvia es como dulces lágrimas de una amorosa mujer que acaricia la faz del que camina. De cristalinas aguas son los ríos que serpentean entre los rugosos árboles cuyas altas copas quieren los cielos alcanzar, y por las noches aprovechando su oscuridad a las estrellas besar quieren. Las humeantes y altas montañas, que en la distancia se divisan, son como rebeldes guardianes que con sus lenguas de fuego y enfurecida mirada vigilan al intruso caminante. Hay milenarias ruinas cuyas piedras encierran el sudor y los suspiros de quienes las moldearon y conocen las vivencias de un ayer lejano. Su arco iris, sus amaneceres, sus ocasos, y el vuelo de los colibríes que se encuentran a cada paso.Todo es belleza, todo es amor, y sí, si renacer pudiese quiero que esto sea en la selva de “El Petén”.

Hay lugares que, aún siendo escasos, sólo la mano del Ser habita en ellos desde la noche de los tiempos. Son de inigualable belleza las altas montañas que los rodean y sus cimas besan a las estrellas en cada anochecer. Cataratas de cristalinas aguas se despeñan desde las alturas regando a su paso las enmarañadas selvas. Una extraña vegetación domina los contornos y hay hojas tan grandes que podrían envolver el cuerpo de un ser humano. Hay árboles milenarios de incalculable altura cuyos frutos son grandes flores de variado colorido. Entre ellos, enlazan sus retorcidas ramas formando altos techos que ni la luz del rey sol se atreve a penetrar. Pasar debajo de ellos es muy costoso, dado que fronteras de espinos e intricadas malezas impiden el paso del caminante. Sólo un afilado machete puede abrir un sendero. Si existe un paraiso terrenal, yo lo encontré en un lejano ayer.

Cuando se rompe la noche y empieza a clarear el día oteando el horizonte veo una barca vacía. Añoranza siento en el alma y tristeza en el corazón. Ya ves… todo pasa… si ahora vinieras ¡Que grandes olvidos mi amor te dijera! Tal vez tu dulce nombre… ¿más para que nombrarlo? Vale más que lo guarde en mi vida interior… Y si es posible olvidar olvidarlo. Y si no he de olvidar ¡Qué mate el dolor!

No sé que tienes mujer, que por una extraña razón siempre sigo tu pisar y un fuego quema mi interior. Eres como una flor, eres una rosa encendida y cuando te quiero besar en mis labios has de clavar tus ponzoñosas espinas. No me importa mujer si para poderte querer espinas me he de clavar.

Tiempo hace que los cielos se pintaron de oscuridad y muy doloridos los grandes nubarrones vertieron con abundancia de lágrimas la faz de los caminos. Esta madrugada, un afilado frío rozaba el cuerpo del que camina, pero a lo lejos se vislumbraba un distinto amanecer. Un blanco manto de fría nieve cubría las cimas de las montañas y entre ellas asomarse querían los primeros destellos de la luz solar. Se rasgaba lentamente la enlutada oscuridad que cubría la noche y toda la campiña se iba iluminando. De dioses era un placer contemplar la belleza de la arboledas en las que abundantes carámbonos de hielo colgaban de las retorcidas ramas de los troncos desnudos.

Esta magnífica aportación es de un gran escritor mejicano llamado Marcoluiz.