Hay algo que, en ocasiones, es difícil de tener. Más ahora, de tanto escuchar las palabras crisis, rescates, primas de riesgo, recortes (perdón, ajustes)… Y cuando el paro golpea con toda su crudeza en muchas familias.

¿Y sabeis qué es?: El buen humor, el ver la botella medio llena aún cuando no hay líquido alguno… Tan fundamental como el aire que respiramos.

Feliz semana a todos, a ser posible con buen humor.

Emilio Cuartero, de 48 años, ha protagonizado la historia más optimista de lo que llevamos de año. El conocido como barrendero ‘Bob Esponja’, por el espectáculo que cada día dedica a los niños del colegio Valverde de Las Tablas, en Madrid, ya no tiene miedo de que le reconozcan.

El empleado de limpieza municipal de 48 años, al darse cuenta de que un vídeo de su espectáculo musical improvisado corría como la pólvora en las redes sociales, decidió esconderse. Pensó que su empresa, FCC, le amonestaría.

Sin embargo, el resultado no ha podido ser más contrario. La empresa se ha mostrado encantada de contar en su plantilla con un trabajador tan optimista como él, y han asegurado que no existe ningún problema para que siga con esta actividad ‘extra’.

Todo empezó de manera casual, cuando se dio cuenta de que el camión de la basura atraía la atención de los pequeños. Empezó con un saludo emulando a sus héroes de la infancia, los payasos Fofito y Miliki, y el furor de los niños fue alargando este contacto hasta que lo convirtió en todo un espectáculo musical inspirado en los dibujos animados favoritos de su hija Paula, de siete años.

Olé por el barrendero.

Gracias Agnesa, siempre serás bien recibida.

Un beso.

Hoy toda noticia, o casi toda, tiene que ver con la crisis. Pero puede buscársele el lado bueno. Por ejemplo: hay gente que no tiene más remedio que regresar a la casa paterna con la hipoteca entre las piernas. Con perdón. Y muchos separados de sus parejas, se acabó el amor, por el inconveniente de no tener a dónde ir. Y, en muchas de esas casas, no enviarán a los ancianos a una residencia para evitar que sus pensiones dejen de sumarse a la maltrecha economía familiar.

Vuelve de pronto el clan, con los hermanos compartiendo habitación y el abuelo reviviendo la batalla de Belbiche al ver a los biznietos pegando tiros en la “Xbox”.

Es estupendo. Y dramático. Todo a la vez. Porque está muy bien que las familias permanezcan unidas, pero está muy mal que el abuelo se quede, por la pasta, en una casa en la que quizá no esté convenientemente atendido.

Y es que en las hasta ayer abarrotadas residencias, hay de pronto muchas plazas libres, y algunas de ellas están teniendo que cerrar por falta de usuarios.

Vuelve la unión familia, ya no habrá nidos vacíos. Hogar, dulce hogar.