Yo no sé a vosotros, pero a mí, cada día que pasa me cuesta más mantener el sex-appeal. El negro, por ejemplo, que antaño me sentaba de maravilla, ahora me está de pena. Es ponerme una prenda de este color y echarme veinte años encima. Ya sé que antes yo le daba resplandor al atavío y que ahora es el atavío el que tiene que darme lustre a mí, pero ¡j…! Es que no emito ni un triste rayo de luz. Cuando después de acicalarme mucho consigo que me miren por la calle, generalmente es una mujer que admira mi aspecto; los hombres, ni por asomo.
Suelo llevar faldas oscuras combinadas con camisas de colores, y me siento más cómoda con manga francesa porque me cubre los codos y la flacidez de los brazos.
¿Y el pelo? Lo del pelo es preocupante. Cada día lo tengo más ralo y me veo negra para disimular las calvas que aparecen por detrás.
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